Soy una mujer de 29 años, casada y con dos hijos. Esta es
mi historia:
"Llevo 5 años con esta enfermedad llamada
depresión. Nadie, excepto el que la tiene puede comprender el cómo una persona
se puede ir destruyendo y apagando poco a poco.
Todo comenzó hace 5 años, como dije antes. Los
primeros síntomas fueron cansancio, mareos, fatigas, temblores y taquicardia, y
mucha tristeza. Iba al médico y me decía que me tranquilizara, que sólo era un
poquito de depresión, y me pusieron un tratamiento, pero yo cada día estaba más
apagada. Los tratamientos que me mandaban sólo me dejaban todo el día
adormecida.
Me llevé todo un año entero resignada a que tenia que
estar así. Me levantaba de la cama al sofá, vomitando y sin poder con mi alma.
Perdí todas las ilusiones. No tenía ganas de nada, todo me costaba un mundo. Le
cogí miedo a casi todo: a bañarme, a salir de casa, a estar donde había mucha
gente, a estar sola. Incluso llegué a pensar que los médicos se equivocaban,
que lo que yo tenía no podía ser depresión, que era algo más serio y que en ese
año me moría. Tenía asumido que me iba a morir y me resigné a ese pensamiento.
Llegué a comprarle a los niños ropa para el año
siguiente, para que cuando yo no estuviese tuviesen ropa para ponerse y me
llevaba casi todo el día mirando las fotos de mis hijos y llorando pensando en
que se iban a quedar sin su madre.
Esto es muy fácil decirlo ahora, pero yo en esos
momentos tenía metido eso en la cabeza y estaba deshecha.
Cada dos por tres estaba en el médico con dolor en el
pecho, histérica perdida y los médicos sólo se resignaban a mandarme un montón
de pastillas, que a mí sólo me ponían peor porque yo sólo necesitaba un poquito
de ayuda y no una caja de pastillas que me tenían todo el día y la noche
drogada.
Con el paso de los días, los meses e incluso los
años, me resigné a vivir así, sin ilusión, sin ganas de nada, tan triste y tan
apagada. Llevando la casa como podía, sin ganas de nada, ni de estar con mi
marido, ni con mis hijos, sólo quería estar sola y si estaba sola era peor,
porque me ponía más enferma. Con síntomas de enfermedades de todas clases:
opresión en el pecho, se me adormecían las manos, me daban mareos, y no sólo
eso, sino ese vació tan grande que yo tenía por dentro y esas poquitas ganas de
vivir. Sólo tenía ganas de que pasaran los días para ver si con el tiempo
mejoraba y los días eran distintos y me podía sentir mejor. Pero todos los días
eran igual de negros para mí. Ya podría ser Feria, Semana Santa, o cualquier
otro día, yo no era feliz en ningún lado, ni en ningún sitio, nada me llamaba
la atención, ni mi marido, ni mis hijos, perdí el interés por todo el mundo.
Todo me daba igual y sólo quería que me entrara
alguna enfermedad para que me llevaran al hospital y allí me encontraran algo
para poder achacar mi estado de ánimo y mis síntomas de enfermedades.
También me fui volviendo una persona solitaria, fui
apartándome un poco de mis amistades, mi mundo era mi casa y mis hijos, la casa
de mi suegra y la de mi madre, y fuera de ese círculo todo me daba miedo. Si
salía de papeleos al banco me ponía mala, si charlaba con una vecina y me
llevaba un rato me daban mareos y me entraban ganas de salir corriendo y
meterme en mi casa.
No estaba a gusto en ningún sitio, ni siquiera en mi
casa. Yo no podía estar sentada como una persona normal viendo la televisión
por que me ponía enferma, me entraba de todo, opresión en el pecho, me ponía ansiosa,
en fin una calamidad.
Hasta que llegué al límite, ya no tenía interés de
levantarme por las mañanas. Me sentía inútil, desgraciada, sin fuerzas,
hundida. Llegué a pensar incluso en el suicidio, por que yo ya no veía motivos
para estar en este mundo, ni siquiera mis hijos me llenaban, pensaba que ya no
les hacía falta.
Yo creo
que una persona con una depresión larga acaba un poco hecha polvo mentalmente y
todo lo ve negro.
En estos años nuestro matrimonio fue de mal en peor,
muchas peleas, muchos días sin dirigirnos la palabra. Tenía miedo a hablar con
mi marido por que creía que lo que me iba a decir yo ya lo sabía, así que no se
lo preguntaba y nuestra comunicación fue de mal en peor. Yo me preguntaba y yo
me contestaba.
En fin, unos años muy amargados para mí y para los
que me rodeaban, por que yo no estaba en condiciones para nada. Me llevaba
temporadas mejor y temporadas peor, pero nunca bien como yo era antes, y ni yo
misma sabía explicarle a mi marido lo que me pasaba, lo que sentía, el por qué
de no tener ilusión, esperanza, y el no ser una madre paciente, una madre que
sale con sus hijos a pasear. Todo eso me daba vueltas en la cabeza y me sentía
culpable. Culpable de no ser una buena esposa: Yo tendría que ser más cariñosa,
más comprensiva, pero sólo pensaba en que no me encontraba bien y me encerraba
en mi casa.
Porque todo me afectaba. Lo más mínimo que me dijeran o hicieran me
hacía muchísimo daño y me calentaba la cabeza con tonterías.
En fin, gracias a Dios y a haber superado un poco mi
depresión y mis errores y gracias a la ayuda psicológica que tengo puedo decir
que he vuelto a recuperar mi personalidad y mi ilusión. Hoy puedo valorarme
como persona y me acepto tal como soy y soy capaz de decidir por mi misma, sin
miedo a poder equivocarme. También puedo decir que soy feliz por que tengo
ilusiones. Algo que antes había perdido. También puedo decir que soy una
persona más comprensible, más comunicativa con mi marido, hijos y todos los que
me rodean.
Estoy trabajando y llevando mi casa a la vez y
nuestro matrimonio funciona mucho mejor que antes, nos comunicamos más y
tratamos de resolver los problemas juntos. Ya no me afectan las tonterías que
me afectaban tanto antes, y estoy contenta por que hace mucho tiempo que no
sentía esta sensación de levantarme por la mañana y ver el nuevo día que
comienza y levantarme con ilusión y esperanza. Aunque todos los días no sean de
color de rosa, tengo días buenos y días malos, como todo el mundo, pero no como
antes a cual peor.
En fin, espero seguir así por mucho tiempo y si
volviese a recaer ahora sé que se puede superar poniendo de mi parte y con un
poco de ayuda".
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